El especialista de la Cámara Argentina de Empresas Mineras destacó la riqueza potencial que se esconde en suelo sanjuanino. Inversión y plazo de ejecución de las obras, puntos clave.
El descubrimiento en el yacimiento Vicuña «no es solo el más relevante de Argentina en 30 años, sino que es el más importante de las últimas dos décadas en el mundo”, aseguró Nadav Rajzman, economista jefe de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM). Sin embargo, en diálogo con País Productivo Radio, señaló que el desarrollo de este tipo de explotaciones no se da de forma instantánea y aclaró que precisa de inversiones millonarias.
“No se va a traducir inmediatamente en producción, una inversión o una planta que va a estar de un día para el otro”, insistió el especialista, que comparó el proyecto con la explotación de petróleo y gas no convencional en la Patagonia. “Con la minería sucede algo similar a lo que pasó en Vaca Muerta, son tiempos de maduración muy extensos. No pensemos que va a ser algo que va a estar de forma instantánea en la cotidianeidad”, dijo.
Durante los primeros días de mayo, la empresa Lundin Mining sorprendió al revelar que en el suelo de San Juan yace uno de los diez depósitos de cobre más grandes del mundo y renovó la expectativa de un sector relegado de la actividad económica argentina. Distintos emprendimientos, entre los que se destacan Filo del Sol y Josemaría, se unificaron para dar nacimiento a este mega negocio de esta industria nacional.
“Vicuña es la integración de varios proyectos que se venían haciendo en distintos niveles. Se decidió que formen parte de una única unidad productiva para aprovechar la cercanía y generar un plan de escala grande, al nivel de Chile y Perú”, remarcó el ejecutivo.
Esta unificación fue posible gracias a muchos años de investigación -15 en el caso de Josemaría-, la implementación por parte del Gobierno Nacional del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) y la incipiente estabilidad macroeconómica, según la opinión de Rajzman.
En la sensación del economista, la llegada de compañías internacionales no solo es beneficiosa en cuanto al financiamiento del proyecto, sino que podría significar el indicio de que se cumplirá con las normas de sustentabilidad.
“En términos medioambientales, los inversores son empresas de primer nivel que cotizan en las bolsas. Están expuestas y su trabajo está regulado por leyes nacionales e internacionales. Eso significa que se opera bajo los estándares globales, cualquier error que se cometa en ese sentido es un problema para la comunidad y es una enorme pérdida de dinero para la empresa», aseguró.
La influencia en los habitantes de zonas aledañas no se termina en la importancia de establecer sistemas de protección al ecosistema, sino que la llegada de las minas también pone en juego la variable de ocupación de los pobladores. Las empresas optan por contratar proveedores y trabajadores que se encuentren en un radio cercano y esto incluye a las personas de los pueblos originarios.
“Se va a necesitar una gran cantidad de mano de obra. Si hablamos de un campamento para 4.000 personas, siempre se piensa que los proveedores son el doble. Al estar lejos de las grandes ciudades es un problema para conseguir los recursos humanos, por eso buscan en las cercanías”, detalló Rajzman al ser consultado sobre el potencial del proyecto en materia de creación de puestos de trabajo.
Industrialización del cobre
“Hoy en día, Argentina importa cobre teniendo la posibilidad de producirlo. Compra cables y una infinidad de productos que contienen este metal y estaría en condiciones de procesar esa producción”, recalcó el entrevistado. Sin embargo, reconoció que hablar de industrialización del mineral es como “poner el carro delante del caballo”, ya que antes debe darse el debate en torno a la extracción.
La explicación del especialista fue más allá y aclaró que estos procesamientos no solo dependen de la capacidad de obtener la materia prima. “Chile y Perú son los productores de cobre más grandes del mundo, pero la mitad de la refinación se hace en China, porque el proceso se lleva a cabo en lugares cercanos a donde se usa”, señaló.
El referente de la CAEM no duda de que la industrialización del cobre puede llegar a ser una realidad en el país, aunque destacó que no hay que perder de vista el funcionamiento de muchas industrias que lo utilizan. En cuanto a la extracción, Rajzman la plantea como un desafío, aunque confía en que la situación económica del país puede impulsar la concreción de los campamentos mineros.
La magnitud de este yacimiento no solo se evidencia en números, sino que también se puede sentir en la expectativa del ejecutivo, que aseguró que, incluso, los empresarios interesados en la explotación de estos metales podrían reemplazar al Estado Nacional en su rol de constructor de rutas y vías de conexión entre los campamentos y las grandes ciudades.
“Que el Gobierno se haya corrido de la inversión en infraestructura va a ser un desafío, pero no un impedimento. Argentina, que comparte con Chile y Perú la cordillera, es un productor marginal, aunque los proyectos que tiene son similares. Son negocios muy grandes que van a dar lugar a que aparezcan esquemas de financiamiento alternativos”, recalcó el economista.
Proyecto a largo plazo
La ansiedad se apoderó de la mesa de País Productivo y no tardó en llegar la pregunta sobre los tiempos, tanto para la ejecución de las obras como para la puesta en marcha del proceso de explotación. La respuesta de Rajzman fue mesurada e introdujo un montón de variantes que se deben tener presentes a la hora de pensar en un cuánto tardará la montaña en dar frutos.
“El año pasado estuve en un campamento de Josemaría a 4.500 metros de altura que era para unas 1.500 personas. Es una ciudad pequeña. Desde ahí nos mostraron el nuevo asentamiento que estaban armando, era el doble. Tenía sala de cirugías, un cine, un gimnasio y habitaciones con ducha, agua caliente y aire acondicionado. Cuento esto para dimensionar la infraestructura que se necesita”, comentó.
La movilización de materiales y mano de obra desde puntos muy lejanos a la zona en la cual se instalan las minas, la complejidad de las obras y la falta de infraestructura para facilitar el viaje son aspectos que se deben tomar en consideración a la hora de imaginar los años que pueden llevar la instalación y el comienzo de los trabajos en estos mega proyectos, tal como lo explicó el economista de CAEM.
También volvió sobre el tema de los costos que requiere una obra de estas características. “La inversión que se necesita en la extracción es mucho mayor a la del litio, sobre todo porque son proyectos grandes. Una obra de cobre necesita entre 3.000 y US$5000 millones de dólares, mientras que el litio en promedio necesita 800 millones, son dimensiones diferentes”, señaló.
“La construcción de la mina en sí misma, que es algo que acompaña a esos campamentos, es a largo plazo. Me refiero a varios años, no es un edificio que se construye en la ciudad con todas las herramientas al alcance de la mano. Se habla de cuatro años para poner en marcha una primera etapa. No hay detalle aún, pero yo estimo que, sumando la producción, se puede tardar una década en poner en marcha todo el potencial”, concluyó.