(Por redacción País Productivo) La salud de la cadena de no se mide en cuánto se consume per cápita por año o cuánto se exporta, sino en cuántas vacas se tienen y que ese número tienda a crecer, nunca a caer.
Eso es justamente lo que no sucede en Argentina. Según informó el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), el rodeo nacional vacuno este año, esto es, cuánto ganado vivo hay en el país, se ubicó en 49,4 millones de cabezas.
Este número, que se obtiene a partir de la vacunación de los animales contra la fiebre aftosa, implica una reducción de 1,3 millones de animales en el transcurso de 12 meses, equivalente al 2,4%.

Esta caída en el número de cabezas implica que los animales faenados no fueron, por decirlo de alguna manera, repuestos. Y si bien el índice de destete (producción de terneros por vaca) mejoró en el último año, el real problema es que cada vez hay menos vacas, o sea, reproductoras.
Según un informe del RosGan en base a las cifras publicadas por el hace especial énfasis en este último punto: la caída en la cantidad de vacas reproductoras.
Por vacunación, se contabilizaron menos de 21 millones de vacas y cerca de 6,4 millones de vaquillonas, lo que implica, en comparación con 2024, una reducción total de 825.000 hembras (406.000 vacas y
418.000 vaquillonas menos en stock).
Para RosGan, «no es posible seguir extrayendo del circuito productivo la proporción de hembras que se ha estado registrando en los últimos años, al punto de exceder el límite de la reposición».
«Es mucho más costoso aumentar el número de terneros mediante una mejora en los índices reproductivos que por el sostenimiento del stock de vientres en producción. Claramente, aunque en términos de eficiencia reproductiva Argentina aún tiene un largo camino por recorrer, especialmente trabajando sobre los extremos más deficitarios, no podemos pretender crecer en la producción sin proteger la base productiva: los vientres», concluyó el trabajo.